
Puebla está en un momento de contrastes. Mientras el discurso oficial se llena de promesas de prosperidad futura, la realidad económica del presente nos obliga a pisar con cautela. La noticia más sonada de la semana es la firma de un nuevo Polo de Desarrollo Económico en San José Chiapa, un proyecto ambicioso que busca atraer más de 2,100 millones de pesos en inversión privada y crear miles de empleos. La idea suena bien: un plan impulsado desde el gobierno federal para modernizar la industria y aprovechar el talento poblano en sectores estratégicos como el de los semiconductores. Es una apuesta grande, una carta que se juega el futuro del estado en un momento clave.
Pero, como en todo en la vida, el entusiasmo debe mezclarse con la realidad. Mientras se planea el desarrollo a largo plazo, el presente nos muestra una economía que no termina de arrancar. Según datos del Banco de México, la economía de Puebla se contrajo un 0.4% en el primer trimestre de este año. Aunque parece una cifra pequeña, es una señal de alerta. Esto se debe en gran parte a la desaceleración del sector de la construcción, una industria que actúa como termómetro del dinamismo económico.
Los empresarios no se quedan callados ante este panorama. Señalan dos grandes fantasmas que rondan a la inversión en Puebla: la falta de seguridad pública y la incertidumbre comercial con Estados Unidos. De nada sirve un plan de desarrollo si las empresas no se sienten seguras para operar, o si las reglas del comercio internacional cambian de un día para otro. Estos son problemas reales que necesitan soluciones inmediatas, no promesas a futuro.
Sin embargo, hay esperanza en el tejido social y económico del estado. Mientras los grandes proyectos se cocinan a fuego lento, la economía local sigue latiendo con fuerza. Iniciativas como el “Mercadito de las Juventudes” o el “Mercadito Artesanal” demuestran el espíritu emprendedor de los poblanos. Son pequeños negocios que no solo impulsan la economía social, sino que también fortalecen el sentido de comunidad y resiliencia.
Más que simples mercados, estas plataformas ofrecen a jóvenes emprendedores, artesanos y productores un espacio seguro y accesible para vender sus productos directamente al público. Al reunir a decenas de pequeños negocios, estas iniciativas buscan promover el talento poblano, fortalecer la economía familiar y animar el consumo de productos hechos en la propia comunidad. El “Mercadito de las Juventudes” se enfoca en dar visibilidad a los proyectos de personas de entre 15 y 29 años, mientras que el “Mercadito Artesanal” se centra en los productos de artesanos y productores de diversas zonas de la ciudad.
Pero volviendo al punto anterior, ¿qué panorama tenemos? Por un lado, una visión federal y estatal de grandes proyectos que prometen inversión y empleos. Por otro, una realidad que nos muestra una economía en contracción y riesgos latentes que aún no se han resuelto. El futuro de Puebla dependerá de si se logra cerrar la brecha entre estas dos realidades: construir un camino que combine las grandes visiones de inversión con soluciones inmediatas a los problemas de hoy. Solo así el Polo de Desarrollo pasará de ser un proyecto en papel a un verdadero motor para la prosperidad del estado.