Los países miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), adoptaron el Tratado Global sobre Pandemias, un acuerdo histórico que ofrece al mundo las herramientas para prevenir, prepararse y responder a una próxima pandemia, que de acuerdo con la comunidad científica, es posible que ocurra nuevamente en algún momento.

Este acuerdo es apenas el segundo instrumento legal internacional que se adopta en el ámbito de la salud pública, tras el aprobado hace 20 años para establecer un marco de control a la epidemia del tabaco.

Durante la Asamblea anual de la OMS, se decidió adoptar dicho tratado, el cual busca evitar una situación similar a las que padeció el mundo con la pandemia del COVID-19, específicamente en la falta de preparación y atención médica, que se suscitó en la ola de contagios, que iban desde la falta de mascarillas para el personal sanitario hasta equipamientos de oxígeno.

Sin embargo, lo que quedará grabado en el recuerdo es la falta de solidaridad que se demostró hacia los países más pobres y vulnerables, a los que las vacunas -convertidas en el principal instrumento para reducir los contagios- llegaron muy poco y muy tarde porque los suministros fueron acaparados por los países de mayores recursos gracias a los contratos que cerraron con las farmacéuticas.

El coste humano del COVID-19 fue de más de siete millones de vidas perdidas, según las cifras notificadas por los países a la OMS, aunque esta organización ha estimado que al menos el doble de personas murieron por el impacto directo o indirecto de este patógeno.

Conscientes de que tales fallos no pueden repetirse y de lo que significaría volver a vivir tales costes humanos y económicos, los países coincidieron en que se necesitaba un marco legal para corregir las deficientes observada y, en el marco de la OMS, emprendieron negociaciones que tardaron tres años en dar su fruto.

Entre los puntos más relevantes del acuerdo figura la creación de un mecanismo para compartir patógenos y datos genéticos de forma rápida y equitativa, asegurando que los países que proporcionen esas muestras tengan acceso a los beneficios que se deriven de ella, sean vacunas, diagnósticos u otros.

Finalmente, el Tratado incluye un compromiso para garantizar el acceso equitativo a medicamentos, vacunas y tecnologías sanitarias durante pandemias y reconoce el principio de “una sola salud”, mediante el cual se reconoce la interconexión entre salud humana, animal y medioambiental, y se promueve una vigilancia coordinada para prevenir brotes procedentes del reino animal.